Desde Fundación Crear hace 25 años desarrollamos acciones vinculadas a la atención de la niñez en situación de riesgo, promovimos la creación de 14 jardines maternales comunitarios en los barrios más humildes y capacitamos a más de 500 mujeres en el cuidado de la primera infancia .
En tiempo de crisis, cuando muchas mujeres argentinas tuvieron que salir a buscar el plato de comida para su familia, había que resolver qué hacer con los chicos. La forma de resolver este problema muchas veces quedaba limitada a la situación económica de cada familia. Así, mientras algunas mujeres podían contratar a una niñera o pagar un jardín maternal privado, en los sectores populares las mamás recurrían a algún pariente, a sus hijos mayores o a alguna vecina a la cual le pagaban lo que podían; mientras otras directamente desistían de la opción de trabajar.Las guarderías comunitarias surgen en los sectores populares como la única opción de muchas mujeres para poder insertarse al mercado laboral. Desde entonces las organizaciones civiles comenzamos a tener un rol activo apoyando a las familias en la crianza de sus hijos.
María vive en Villa Alba (La Plata) y es mamá de Luna, una nena de 3 años que hace más de un año asiste al Jardín “23 de Mayo”, la guardería comunitaria que desde Fundación Crear fundamos en 1997 para contribuir con la atención de los niños del barrio. “Cuando quedé embarazada de Luna estuve mucho tiempo sin trabajar y ahí se nos complicaba en mi casa, teníamos que privarnos de algunas cosas” relata María, demostrando que en la mayoría de los casos la llegada de un hijo significa que es la mujer quien deja de trabajar.
“Ahora en mi casa trabajamos mi marido y yo”, cuenta María, “yo trabajo limpiando casas de familia de 8 de la mañana a 6 de la tarde. A Luna la traigo a la guardería a la mañana, la paso a buscar al mediodía y la llevo con mi hermana hasta que termino de trabajar. Mi marido no puede venir a buscarla porque hace horario corrido y no puede salir”. Así María resume los malabares que hace cada día para alternar su trabajo y el cuidado de sus hijos.
“En un momento empecé a pagarle a una niñera pero era lo mismo quedarme en casa, porque gastaba mi sueldo para pagarle a otra persona” describe María, que como tantas mujeres ha pensado en desistir de la posibilidad de trabajar por no poder afrontar el gasto que implica contratar una niñera.
Cuando las alternativas del cuidado pago se acaban (jardín privado y niñeras), las mamás recurren a la ayuda de familiares, vecinos o incluso de sus hijos mayores para atender a los más pequeños. “Hay muchos nenes en el barrio que se cuidan entre hermanitos, es costumbre eso ya.” relata María, reflejando la situación de muchas familias. “Un montón de mamás se van a trabajar y dejan a los nenes con los hermanitos más grandes y vuelven a la noche, y es peligroso porque se pueden lastimar, pueden jugar con fuego, se pueden ir a la calle. Y si se llegan a quemar o algo, nadie se entera”.
Para que la crianza de los hijos no recaiga solamente en la capacidad de las madres de hacer malabares con sus tareas y sus horarios, es necesario que las guarderías comunitarias impulsadas por las organizaciones civiles sean un ejemplo a seguir y que el Estado multiplique los jardines maternales públicos y las redes de cuidado en cada barrio, garantizando que toda mamá tenga un lugar seguro donde dejar a su hijo para ir a trabajar o a capacitarse.